En las viejas tabernas portuarias, donde se daban cita marinos de todos los rincones del mundo, eran innumerables las leyendas que pasaban de boca en boca alimentando los temores de los menos iniciados en la navegación. Una de esas historias hablaba de un enigmático navío holandés cuyo capitán, tras desafiar la ira de Dios, fue condenado a vagar por los mares sin descanso por los siglos de los siglos. ¿Se atreven a surcar los océanos con nosotros en busca del Holandés errante?
Cuentan las antiguas crónicas, que un imponente galeón a las órdenes del capitán Van der Decken, se vio envuelto en una terrible tempestad cuando atravesaba el cabo de Buena Esperanza. Sobrecogidos por la crítica situación, los pasajeros imploraron a su capitán que condujera la nave hacia un puerto seguro, o que arriara las velas para que el navío no fuese arrastrado por el imparable temporal. Los ruegos se hacían cada vez más intensos al tiempo que el vendaval crecía a su alrededor.
Ante estas clamorosas súplicas, el enloquecido Van der Decken, rompió en diabólicas carcajadas atándose al timón y comenzando a entonar sacrílegas melodías. Entonces la tripulación, que asistía atónita a la terrible escena, trató de recuperar el control del barco por la fuerza amotinándose desesperadamente contra su delirante capitán. Sin embargo, todas sus esperanzas se desvanecieron cuando este, preso de la misteriosa locura que le había invadido, arrojó por la borda al cabecilla del levantamiento, ante lo cual, el resto del pasaje sólo pudo resignarse a rezar y encomendarse a Dios.
Es en este momento cuando, según los relatos, un haz de luz cegadora se abrió paso entre las nubes iluminando el castillo de proa y revelando una blanca y celestial figura que se materializó sobre el entramado de madera. Este extraño ser, que algunos interpretaron como el Espíritu Santo, se enfrentó a Van der Decken, condenándole a recorrer eternamente los océanos por regocijarse ante el sufrimiento de sus tripulantes. En adelante, su único alimento sería hierro al rojo vivo, su única bebida, la hiel, su único acompañante un grumete al que le brotarían cuernos sobre la cabeza, fauces de tigre y piel de lija, y provocaría la muerte a todos aquellos que se cruzaran en su camino. Tras esto, tanto el maldito capitán como su extraño acompañante fueron abandonados a su suerte.
Distintas interpretaciones
Son numerosas las hipótesis que tratan de sincronizar esta extraña leyenda con diversos acontecimientos demostrablemente reales. Una de estas teorías nos transporta al siglo XV, e identifica la figura del Holandés errante con la del navegante portugués Bartolomeu Dias (1450 – 1500), célebre por sus prodigiosas hazañas marítimas, entre las cuales figuran el descubrimiento del cabo de Buena Esperanza en el año 1488. Sin embargo, algunos expertos aseguran que buena parte de la leyenda en torno a este personaje puede deberse a una biografía del mismo firmada por el portugués Luis de Camões (1524 – 1580).
Otras versiones, quizá más próximas a la ciencia ficción, se decantan por enlazar el origen de la historia con el relato escandinavo del vikingo Stote. Según la tradición marítima, Stote fue un navegante al que los dioses maldijeron después de que este les robara un anillo. Como castigo y ejemplo, su cadáver fue encontrado en llamas sentado sobre el palo mayor de un oscuro navío de ultratumba... Leer Fanzine
