Navegando por los diferentes textos históricos, son muchas las versiones que encontramos acerca de la vida del misterioso descubridor. No hay un solo capítulo de su biografía que no esconda algún interrogante, desde su nacimiento, cuya fecha y lugar no han podido ser situados con exactitud a lo largo de la historia; hasta su muerte, siendo monumental la sorpresa de los expertos al proceder a la apertura de su supuesto sarcófago en la catedral de Sevilla, en el año 2003. En su interior, tan solo se encontró un 20% de los restos óseos pertenecientes, presuntamente, a Cristóbal Colón.
Por si esto fuera poco, la intrigante desaparición de un gran número de documentos claves en la investigación acerca de la vida de este personaje, alimenta si cabe aún más la leyenda del marinero quien asimismo habría favorecido en su momento esta falta de información sobre su persona.
La certeza del Descubrimiento
Sin embargo, revisando los archivos de la época llegamos a conclusiones cuanto menos dignas de ser mencionadas en esta publicación. Nos situamos en el año 1492, 17 de abril, aproximadamente cinco meses antes del inicio del viaje. En la ciudad de Santa Fe de la Vega (Granada) los Reyes Católicos firman las famosas Capitulaciones de Santa Fe, concediendo al almirante una serie de privilegios que posteriormente le harían ascender notablemente entre la nobleza cortesana. Es en este texto en concreto, donde encontramos una breve cita que nos llama poderosamente la atención. En un apunte a lo que se está negociando en el documento, podemos leer: “lo que ha descubierto en las mares oçeanas”. Esto, como decimos, cinco meses antes de haber descubierto nada.
Un asunto peliagudo, sin duda, para los estudiosos de la materia quienes han tratado de explicarlo recurriendo a las más diversas versiones. Una de ellas, contempla la posibilidad de que Colón se hubiera hecho con algún tipo de carta de navegación de los templarios, de quienes hay quien dice que pudieron haber pisado el Nuevo Mundo mucho antes que él. Sin embargo, la leyenda quizá más extendida nos habla de un misterioso marinero sin nombre que exhaló su último aliento en los brazos del almirante.
Durante los siglos XVI y XVII, Baltasar Porreño y Gonzalo de Illescas dejaron testimonios que prueban que esta teoría podría ir más allá de la simple leyenda. Estos literatos hacen referencia a un extraño marino del cual la única certeza que se tiene es que navegaba por el Mar Océano de Poniente. Este piloto anónimo, según parece, se vio sorprendido por una terrible tormenta que zarandeó su nave e hizo que fuera a parar a un lugar completamente desconocido. Allí, la desorientada tripulación permaneció durante un tiempo indefinido sin que se tengan noticias de su actividad durante este ciclo. Más tarde, según cuentan las crónicas, se hicieron de nuevo a la mar de regreso a Europa, con tan mala suerte que un nuevo temporal les sorprendió en su camino, haciendo que el anónimo navegante fuera a parar a la isla de Madeira, lugar en el que se encontraba en aquel momento Cristóbal Colón. De este modo, en su lecho de muerte, este enigmático personaje, le habría narrado su aventura, otorgándole una información valiosísima... Leer Fanzine
